martes, 9 de abril de 2013

Desde que el reformismo en el ordenamiento político en Colombia introdujo la elección como medio para acceder a gobernaciones y alcaldías, hasta el día de hoy (un cuarto de siglo), bien podríamos plantearnos la pregunta del título, motivada por los contundentes fracasos en línea,  en términos de resultados nulos, negativos;  En esta experiencia, los aciertos han sido lo excepcional.
A la manera de punto previo,  podemos aseverar que a pesar de los buenos deseos y la esperanza que siempre le guindamos al horizonte de los procesos que despegan,  los vicios y anomalías con los que hemos venido conviviendo en esta democracia más formal que real, presentes como constante en las elecciones presidenciales como en las que legitiman la conformación del poder legislativo, sencillamente se trasladaron al evento eleccionario de gobernaciones y alcaldías. Y no podía ser de otra manera!
De otra parte, además,  el Estado mismo en Colombia tiene una  inmensa deuda con el país en materia de desplegar una pedagogía pertinente desde lo más alto del ejecutivo que eduque a la ciudadanía y conlleve trasformaciones en los hábitos en torno a la democracia, y sobre ella,  se desate una importante movilización educacional.
Si se revisa el curriculum vitae de la mayoría de quienes han sido candidatos a gobernaciones y alcaldías en Colombia que han logrado realizar su aspiración (así sea en la quinta, porque no hay “quinto malo”!),  pudiéramos fácilmente encontrarnos con que un buen porcentaje de éstos no registran antecedentes alguno en acciones de servicio social con la comunidad de la que hacen parte, otro tanto no han tenido escuela de formación política en la que hayan dejado ver su vocación por el bien común. Y no pocos de esos mismos personajes con vínculos político-partidistas, no obstante el dilatado prontuario de “vivos y manos ágiles”,  han visto finalmente como las masas con ferviente fe en “el truque” que ellos ofertan, los han elevado a la cima del poder político en sus respectivas comarcas y municipios!  Contadas han sido las experiencias en que los electores de manera libre han escogido gobernadores y alcaldes cuyos perfiles  de alguna manera anunciaban una buena gestión.

Una acuciosa mirada a este fenómeno, nos conduce a                 la formulación de la siguiente hipótesis: motivaciones más de vanidad personal aunada a una visión utilitarista (vulgar) de la política mediante la cual acceder al poder en lo seccional y municipal, es oportunidad extraordinaria, privilegiada,  para amasar fortuna a costas del erario público -patrimonio de todos-, constituye la médula del  imaginario de la mayoría de quienes insisten hasta la temeridad en hacerse elegir ya gobernadores,  ya  alcaldes,  en nuestro país. Incluso aliándose con organizaciones delincuenciales.

No importa que hayan cursado estudios universitarios o no; No importa que sean de familia con pedigrí o de origen humilde. Eso no juega.  Lo que sí juega son sus experiencias de vida y las interacciones en las que  (y con las que) se han educado;  y claro, más la calidad de la oferta escolar.

Esos gobernadores y alcaldes, como los presidentes que elegimos, son educados por nuestra sociedad,  empezando por la institución familiar, los clubes sociales, las amistades, la tv, las demás instituciones, las prácticas que a través de éstas dejan ver nuestras autoridades, desde las más encumbradas a las más modestas,  y claro, lo que se aprende en el entorno escolar (que no son puras lecciones),  etc.  Ésta en su cotidianidad y,  todo el legado de ayer, nos modela.

 Y los electores con esa misma educación, entre menesterosos y analfabetas además, somos quienes elegimos esa clase de gobernantes.


Ramiro del Cristo Medina Pérez




Santiago de Tolú, abril 2- 2013