A la manera de punto previo, podemos aseverar que a pesar de los
buenos deseos y la esperanza que siempre le guindamos al horizonte de los
procesos que despegan, los
vicios y anomalías con los que hemos venido conviviendo en esta democracia más
formal que real, presentes como constante en las elecciones presidenciales como
en las que legitiman la conformación del poder legislativo, sencillamente se
trasladaron al evento eleccionario de gobernaciones y alcaldías. Y no podía ser
de otra manera!
De otra parte, además, el Estado mismo en Colombia tiene una inmensa deuda con el país en
materia de desplegar una pedagogía pertinente desde lo más alto del ejecutivo
que eduque a la ciudadanía y conlleve trasformaciones en los hábitos en torno a
la democracia, y sobre ella, se
desate una importante movilización educacional.
Si se revisa el curriculum vitae de la mayoría de quienes han sido
candidatos a gobernaciones y alcaldías en Colombia que han logrado realizar su
aspiración (así sea en la quinta, porque no hay “quinto malo”!), pudiéramos fácilmente
encontrarnos con que un buen porcentaje de éstos no registran antecedentes
alguno en acciones de servicio social con la comunidad de la que hacen
parte, otro tanto no han tenido escuela de formación
política en la que hayan
dejado ver su vocación por el bien
común. Y no pocos de esos mismos personajes con vínculos
político-partidistas, no obstante el dilatado prontuario de “vivos y manos
ágiles”, han visto
finalmente como las masas con ferviente fe en “el truque” que ellos ofertan,
los han elevado a la cima del poder político en sus respectivas comarcas y
municipios! Contadas han
sido las experiencias en que los electores de manera libre han escogido
gobernadores y alcaldes cuyos perfiles de alguna manera anunciaban
una buena gestión.
Una acuciosa mirada a este fenómeno, nos conduce a la formulación de la siguiente
hipótesis: motivaciones más de
vanidad personal aunada a una visión utilitarista (vulgar) de la política
mediante la cual acceder al poder en lo seccional y municipal, es oportunidad
extraordinaria, privilegiada, para
amasar fortuna a costas del erario público -patrimonio de todos-, constituye la
médula del imaginario de la
mayoría de quienes insisten hasta la temeridad en hacerse elegir ya
gobernadores, ya alcaldes, en nuestro país. Incluso aliándose con
organizaciones delincuenciales.
No importa que hayan cursado estudios universitarios o no; No
importa que sean de familia con pedigrí o de origen humilde. Eso no juega. Lo que sí juega son sus experiencias de vida
y las interacciones en las que (y
con las que) se han educado; y
claro, más la calidad de la oferta escolar.
Esos gobernadores y alcaldes, como los presidentes que elegimos,
son educados por nuestra sociedad, empezando por la institución familiar, los
clubes sociales, las amistades, la tv, las demás instituciones,
las prácticas que a través de éstas dejan ver
nuestras autoridades,
desde las más encumbradas a las más modestas, y claro, lo que se aprende en el
entorno escolar (que no son puras lecciones), etc. Ésta
en su cotidianidad y, todo
el legado de ayer, nos modela.
Y los electores con esa misma educación, entre menesterosos
y analfabetas además, somos quienes elegimos esa clase de gobernantes.
Ramiro del Cristo Medina Pérez
Santiago de Tolú, abril 2- 2013